La economía debe servir a las personas y proteger el medio ambiente
En un ferviente esfuerzo por iniciar el crecimiento económico y equilibrar la prosperidad, ya que la pandemia puede haber terminado, algunos países se darán por vencidos o se retirarán de la protección ambiental. En 2020, China aprobó más nuevas centrales eléctricas de carbón que en años anteriores. La administración Trump ha renunciado a las leyes ambientales para acelerar la aprobación de nuevos proyectos de extracción de combustibles fósiles, carreteras y minería.
Sin embargo, otros países se están moviendo por un camino diferente al asumir el monumental desafío de reiniciar el colapso económico causado por una pandemia. Algunos han comenzado a alejarse de la mentalidad de crecimiento sin fin y piensan en quiénes son las economías: cómo darles a las personas una vida significativa y alejarnos del cambio climático. Tanto los países ricos como los pobres están aplicando estas estrategias innovadoras, algunos han optado por rutas no convencionales hace años.
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Costa Rica ha comenzado un camino alternativo ya en 1948 con su decisión radical de disolver el ejército, pero ha cambiado su presupuesto militar a la atención médica, la educación y la vivienda asequible. Estos importantes gastos de servicio público se han gestionado reduciendo al mismo tiempo la huella medioambiental. Según una encuesta de felicidad mundial de 2020 realizada por las Naciones Unidas, Costa Rica tiene la felicidad más alta y la huella ecológica más pequeña del mundo. Costa Rica tiene alrededor de una quinta parte de la riqueza per cápita de Estados Unidos. Por supuesto, Estados Unidos es una sociedad más grande y compleja con una dependencia más profunda del crecimiento del PIB que casi cualquier otro país, pero aún puede comenzar a prestar más atención a la salud, la educación, la igualdad y el medio ambiente.
El Reino de Bhután comenzó a priorizar la felicidad de las personas en la década de 1970. Creó el índice de “Felicidad Nacional Bruta”, que se basa en nueve principios básicos: salud, educación, medio ambiente, nivel de vida, gobierno, bienestar psicológico, equilibrio entre la vida laboral y personal, la vitalidad comunitaria y la diversidad cultural.
El suelo también está comenzando a cambiar en los países de ingresos más altos. Los gobiernos están buscando nuevas formas de reconstruir y encontrar diferentes enfoques para compartir ingresos y recursos. La popular Primera Ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, ha creado un presupuesto de asistencia social para construir una nación más amigable y “más justa donde los niños prosperan, y el éxito se mide no solo por el PIB (producto interno bruto) de la nación, sino por una vida mejor. Su gente”. Ella aumenta los impuestos para los que más ganan para mejorar el bienestar, la salud y la economía verde.
Kate Raworth, economista británica y autora galardonada Economía de la dona, promueve un alejamiento de la sabiduría tradicional, según la cual el PIB es la única medida que cuenta. Ahora está trabajando con la ciudad de Amsterdam para implementar un plan de vivienda asequible que requiere el máximo uso de materiales reciclados, frenar la proliferación y reducir el impacto climático. Santa Bárbara podría tenerse en cuenta porque también necesita viviendas más baratas, junto con medidas más fuertes para combatir el cambio climático.
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