La mujer que está de pie en el escenario resplandece con un bikini tachonado de cristales.
Su piel bronceada y radiante resalta cada una de sus bien definidas líneas musculares, resultado de horas de entrenamiento con pesas en el gimnasio.
El maquillaje impecable y el cabello rubio con mechas de Roya Karimi no desentonarían en la final de Miss Universo.
Resulta difícil imaginar que hace tan solo 15 años era una madre adolescente en Afganistán, obligada a casarse siendo niña, antes de escapar a su nueva vida.
Con 30 años, es una de las mejores culturistas de Europa y competirá esta semana en el Campeonato Mundial de Culturismo. Su ascenso ha sido meteórico: comenzó a practicar este deporte profesionalmente hace menos de dos años.
Nada de esto parecía probable cuando Roya huyó de Afganistán con su madre y su hijo pequeño. En aquel entonces, buscó refugio en Noruega, donde rehizo su vida, continuó sus estudios y se convirtió en enfermera, mientras conocía a su nuevo esposo, que también es fisicoculturista.
Según cuenta, el culturismo la ayudó a liberarse de las limitaciones mentales y sociales que le habían impuesto durante años.
«Cada vez que voy al gimnasio, recuerdo que hubo una época en Afganistán en la que ni siquiera me permitían hacer ejercicio libremente», dijo Roya a BBC News Afghan.
La historia de vida de Roya ha sido una de lucha contra las tradiciones restrictivas y la reconstrucción de su identidad, así como un intento de inspirar a las mujeres de su país natal que se enfrentan a restricciones generalizadas.
Algunas de esas restricciones ya existían cuando Roya vivía en Afganistán, como consecuencia de las normas sociales. Pero han empeorado desde 2021, cuando los talibanes volvieron al poder. Ahora, a las mujeres en Afganistán se les prohíbe asistir a la escuela después de los 12 años, acceder a la mayoría de los empleos, viajar largas distancias sin un acompañante masculino y no alzar la voz en público.
«Tuve la suerte de poder salir de esa situación, pero muchas mujeres todavía no tienen sus derechos humanos más básicos, como la educación. Es realmente triste y desgarrador», dice Roya.
En busca de un futuro diferente
Pero años antes de que los talibanes volvieran al poder, Roya decidió que «no quería esa vida».
Su decisión de huir de Afganistán en 2011, dejando atrás a su entonces esposo, conllevó muchos riesgos para una mujer en la sociedad afgana tradicional. No es una época que le guste recordar, y prefiere no hablar de ella.
En Noruega, Roya se enfrentó a un entorno completamente diferente. Tuvo que adaptarse a una cultura nueva y más liberal, encontrar un trabajo para mantenerse a sí misma y a su familia, y aprender noruego.
En los primeros días fue difícil compaginar todas las exigencias, pero finalmente sus esfuerzos dieron sus frutos.
Roya estudió enfermería y trabajó en un hospital de la capital, Oslo.
